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Me gustas cuando callas porque estas como ausente.

lunes, 16 de abril de 2012

La chica de rojo


Al bajar las escaleras de mi casa, todo el mundo se quedo impresionado. Mi futura madrastra, mi padre y mis dos hermanos me miraron como si fuera una desconocida. El vestido rojo estaba demasiado entallado y me cortaba la respiración, los tacones eran tan altos que me era difícil mantener el paso. Pero me sentía bonita. Era el primero de enero. El día nada más y nada menos que de la exclusiva reunión de año nuevo del nuevo trabajo de mi padre. Una fiesta muy elegante en un hermoso lugar.
Normalmente mi vestimenta dejaba mucho que desear, mi cabello era siempre una coleta de caballo y la ropa la primera que tomara de mi closet. Ni una gota de maquillaje. Tenía 16 años pero siempre me había sentido mayor. 
Observe a mi familia, mi madre lucia hermosa, su larga melena de un tono tan negro como la noche caía por uno de sus hombros sobre su vestido azul oscuro. Mi padre y mi hermanos lucían un traje negro similar que solo variaba en el color de la camisa y corbata que usaban. 
Al llegar al lugar de la reunión me quede impresionada. Era un enorme lugar que simulaba las casas de la antigüedad, incluso tenía un laberinto construido por plantas, en el centro de este se apreciaba algo como una loma donde una luz iluminaba algo que no pude distinguir que era
Rogué a mi padre que me dejara ir a ver. Como yo era su favorita y la consentida me lo permitió condicionándome a no tardar mucho. Me dirigí al laberinto. Comencé a caminar por los pasillos, había más gente paseando, como si estuviera siendo guiada no tarde mucho en encontrar el centro. 
La loma estaba constituida por escalones. Quería ver lo que había en la cima. Deje mis tacones abajo y poco a poco comencé a subir. Al llegar me encontré con un maravilloso mirador, en el centro tenía una fuente que despedía una luz brillante. La observe unos minutos y después me acerque a la barda. Desde ahí podía ver el laberinto completo y la entrada hacia la casa donde era la reunión. De pronto sentí una presencia. Me gire y observe a un hombre delgado, alto, llevaba bigote y unas gafas sin montura. A pesar de llevar el saco puesto podía notarse que no estaba pasado de peso. Un hombre muy atractivo.
Se acerco a mí con una sonrisa y al ver sus manos vi que llevaba mis zapatos en sus manos.
"¿Son estas zapatillas de esta bella dama de rojo?", pregunto sonriendo
"Si, son mías caballero", respondí divertida
"Deberías calzarlas o te lastimaras tus bellos pies"
Sonreí. Él hizo lo mismo. Extendí mis manos para tomar los zapatos pero no me los entrego, en lugar de eso se agacho frente a mí. Me quede congelada pero aun así levante primero un pie y después otro. A cada uno le fue colocado su respectivo zapato. El hombre sonrió y se levanto. Quedamos frente a frente. Observe sus ojos atraves de los anteojos, eran de un azul intenso que con la luz que despedía la fuente brillaban de una forma hermosa. Observe su nariz, delgada y perfecta. Cuando pose la vista en sus delgados labios sonreí. Sin darme un momento para pensarlo acerco su rostro al mío. Lo primero que sentí fue su bigote haciéndome cosquillas ¿quien lleva bigote en esta época?, pensé. Pero inmediatamente esa sensación dio paso a algo más. No era un beso como cualquiera que hubiera dado. Sentí fuego en mi interior y cuando paso sus brazos por mi cintura el fuego creció más y más hasta cortarme la respiración. Un gemido ahogado me hizo reaccionar. Me aleje del hombre pasmada.
"Me tengo que ir", fue lo único que atine a decir
"Adiós chica de rojo", respondió él
Le dirigí una última sonrisa y baje lo más rápido que pude con los zapatos puestos. Intente calmarme, quizás todo había sido mi imaginación, quizás todo era un invento de mi mente que trataba de alegrarme tras mi reciente ruptura con mi novio. Pero no. La sensación que había tenido había sido demasiado real para ser solo una visión. Agitada llegue a la reunión y busque a mi familia. La vi sentada en una mesa redonda. Llegue al lugar. Mi padre me sonrió, Laura-mi madre-cuando me vio arqueo la ceja y sutilmente me hizo una seña con la mano indicando mi boca. Entonces recordé el labial rojo que estaba usando, debía estar cubriendo mi cara. Mi padre normalmente era muy observativo, pero supongo que estaba embotado con la situación. Me levante rápidamente y me dirigí al tocador. Los daños habían dejado una marca roja alrededor de mis labios. La limpie cuidadosamente y volví a aplicar el color. Cuando llegue a la mesa me quede boquiabierta. Ahí estaba él. Él hombre del laberinto observándome igual o más sorprendido que yo. Las palabras de mi padre para referirse a él me dejaron congelada. Pues me presento a su jefe Daniel Da Silva y a su esposa Angelique Spektor.


Sharon Eliana

2 comentarios:

Lucinda dijo...

¡OH DIOS MÍO! o.o

Esto fue exageradamente genial xD En serio que sí O:

Me encantó, me encantó, me encantó :')

Misterioso y sorpresivo en unos pocos párrafos...

Paulina dijo...

Me ha encantado:)
Deberías de hacer más textos asi!