"Cuando un gatito muere Dios le da campos, amplios espacios y libertad.
Cuando llegan al cielo ellos solo quieren jugar.
El paraíso de los gatos tiene grandes ventanales para mirar, armarios donde esconderse y pajarillos que perseguir… y Dios los contempla escondido tras un árbol y sonríe.
El paraíso de los gatos tiene galletas y más galletas, tantas como podamos imaginar.
Dios quiere a sus gatos, y hace para ellos divertidas galletas con forma de pez, hueso ó caramelo.
Galletas y más galletas.
Y cuando se han cansado de correr y de comer, los gatitos se acurrucan en una nube y se duermen ronroneando.
Algunas veces los gatos, como angelitos, vuelven a la casa donde vivieron, tienen nostalgia de su hogar y de su familia, se pasean por las habitaciones, olisquean los rincones que más les gustaban y se sientan a contemplar a su amigo humano.
Cuando comprueban que todo está bien regresan al cielo de los gatos."
El Paraíso de los Gatos tiene lagos grandes, de aguas claras, es un campo llano, soleado, siempre soleado, lleno de árboles de verde follaje, con anchos troncos donde afilar las uñas.
A los Gatos les encanta; corren al lado del agua .... y Dios los mira desde detrás de un árbol y sonríe.
Él da vuelta hacia afuera las nubes para hacer camas blanditas para los Gatos y cuando están cansados de correr y maullar y de comer galletas de sándwich de salmón, encuentran una cama de nubes para dormir, entonces se acurrucan y duermen y ronronean.
En ese santo campo se reúnen diferentes grupos según su condición.
Nada más entrar encontramos los más viejos, que por no andar más se les concedió este lugar privilegiado, allí duermen la mayor parte del día, conversan entre ellos, se cuentan sus vidas, sus años, hablan de sus amos, de los que les amaron, de los que les hicieron mal, siempre sin rencor, de sus compañeros gatunos de vida, de los que pronto esperan, de los que abajo se quedaron. Un Gato más joven cuida de ellos, algunos se quedaron sordos, ciegos, de viejitos, pero aquí, en este cielo oyen y ven de nuevo, es la magia del lugar.
Un poco más adelante los callejeros. Ellos nunca tuvieron un hogar, sufrieron el frío, la lluvia, el hambre, algunos vivieron bien, otros no tanto, a ellos se les concede el privilegio del resguardo. Tienen una casita de felpa y pelo, aquí no pasan penas, la recompensa de su maltrecha vida, por fin, llegó.
En mitad del campo están los pequeños, o los más jovencitos. Tienen cientos de juguetes a su disposición, son los más traviesos, por eso están más alejados de los viejitos. Algunos encuentran a sus mamas, otros hacen nuevos amigos. Hay grifos de agua donde jugar y beber, cuerdecitas de las que tirar, cortinas por las que trepar, árboles de navidad y bolitas por todos lados.
El Paraíso también está lleno de recuerdos. Por eso alguna vez un ángel llevará un Gato de vuelta a la Tierra en una corta visita. Y silenciosamente, invisiblemente, él olfateará su antigua casa, observará a sus antiguos dueños, seguirá al niño hasta la escuela, se sentará en su cojín favorito y sonreirá. Cuando esté satisfecho de que todo está bien, regresará al Paraíso. Hay un viejo Gato Guardián que custodia el Cielo de los Gatos. Cuando llega uno nuevo, le acompaña hasta su sitio, según su condición, le explica que allí estará para toda la eternidad, que puede esperar a sus amigos que pronto llegarán, y a sus amos cuando vengan a recogerlo.
Así, el día en que morimos, primero hacemos una parada detrás del Arco Iris. Entramos, preguntamos al viejo Gato Guardián, él nos indica, y después de tantos años volvemos a reencontrarnos con nuestros amigos del alma, los abrazamos y podemos decidir entre dejarlos allí, con los suyos, o llevárnoslos a nuestro lugar de destino.
Recordadlo cuando vayáis, no olvidéis parar detrás del Arco Iris , allí están vuestros Gatos esperándoos, porque nunca se olvidaron de vosotros, como tampoco vosotros lo hicisteis.