Era una fría noche de marzo a pesar de que la primavera había llegado hacia una semana. El cielo negro, con la sonriente luna en cuarto creciente caía sobre la ciudad donde un suave viento atemorizaba a los árboles, quienes incapaces de esconderse, solo agitaban sus ramas.
Esa noche al fin había logrado tener la casa vacía, solo para ella. Mientras caminaba, sus piernas temblaban, el vestido que había decidido usar aquella soleada mañana no la protegía del cambio de humor que había sufrido el clima. Caminaba a pasos agigantados, se sentía ansiosa por llegar a su hogar, cubrirse con una manta y beber una copa de ese vino tan dulce que su padre guardaba celosamente.
Estaba a unos metros de llegar a su casa, cuando pudo notar una figura que estaba de pie frente a su casa, observando la ventana que correspondía a su habitación.
La luna se había ocultado dando paso a un cielo completamente negro, todo oscuro sin estrellas. Se le heló la sangre. El viento soplo fuerte y sus delgadas piernas no fueron capaces de sostenerla y cayo al suelo golpeando su rotula. Gimió de dolor al tiempo que tocaba su rodilla. Sintió que la temperatura aumentaba pero aún así, ella sentía frío. Se dejo caer en el frío asfalto de la acera y de nuevo volvió la vista a su casa. La persona o lo que sea que fuese, seguía con la vista fijada en la misma dirección. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. ¿Quién era? ¿Qué quería?
Trago saliva y pudo notar por primera vez que su piel era muy pálida. Comenzó a recordad lo sucedido durante el día. Ahora algo la acechaba, podía oler el peligro, lo sentía, lo respiraba y este se aprovechaba para invadir cada célula de su ser.
Se puso de pie e hizo una mueca de dolor al apoyar su peso en la rodilla lastimada. Comenzó a caminar con cautela hacia su casa, se acercaba cada vez más pero quien sea que fuese que estaba ahí, parecía no darse cuenta de la presencia de la joven, eso era lo que aparentaba, pero por alguna razón, ella sentía que él sabia de ella y la estaba esperando.
Oh, él sabía, la necesitaba, la quería, tenía que poseerla para existir. Estaba segura.
Cuando estaba a unos pocos centímetros de ellos desvío la mirada mientras la gélida sensación se afianzaba de su cuerpo. Sintió la sangre fría y la piel caliente. Desesperación. Cuando regreso su mirada, ahora la cosa la observaba. Ella sabia que la observaba a pesar de que no parecía tener ojos. Ella lo sabía, sabia que la observaba y también supo que sonreía a pesar de que no había modificado sus facciones. Se acerco aún más y sintió la necesidad de tocarlo. Tocar a ese ser extraño que la observaba y sonreía obscenamente, a ese ente que parecía desear que sea acercara, a ese ser que le ocasionaba una mezcla de repugnancia y fascinación inmensa.
Las cuencas vacías en su rostro penetraron sus ojos. Sintió la mirada —si se le podía llamar así— dentro de la suya. Sintió que eso la necesitaba más que a nada en todo el mundo, la anhelaba. Y por un súbito instante supo que ella lo quería a él
Lentamente su mano se acerco más y más hasta que su tacto percibió lo desconocido. Sintió como su tibia piel se congelaba, sintió que se fundía con la oscuridad. Ahora formaba parte de ella. Una sola. Una oscuridad arrasadora. Un vació aterrador. Una nada.