Digamos que no me importas. 
Digamos que tu nombre no tiene efecto en mí. 
Digamos que no te amo. 
Digamos que no te recuerdo. 
Digamos que no te extraño. 
Digamos que esto no es mentira.

Puedo tardar más de 15 minutos escogiendo un buen atuendo, incluso puedo releer mil veces el menú de un restaurante y aún así no saber que ordenar. 

¿Sabes algo?

 Nunca he elegido con completa seguridad. Pero de ti, joder de ti, de ti estaba completamente segura.

Autor desconocido

Es que es complicado. Se me dificulta mucho ser feliz. 

Por alguna razón, en las noches en que se que no debería estar sola, es cuando me veo castigada por algún sucio juego del destino, sola, acabada. Es cuando me siento peor. Es cuando quisiera no tener que hablar, cuando quisiera solamente un abrazo y poder llorar hasta sentirme libre una vez más.

Hay momentos en los que río tanto que de alguna forma acabo llorando y existen otros, los peores en los que lloro con tantas ganas, que termino riendo, carcajadas, maniática y burlándome de esta piltrafa que soy.

Pero no estoy sola. Eso me agrada. Siempre me ancla al suelo. Me hace recordar. Sonreír. Y entonces, recuerdo que no estoy tan mal. No estoy tan mal.

No se como comenzó. Como creció tanto.

Pero me gusta. Pero me asusta.

Es tan grande. Es tan perfecto.

Son tantos sueños, tantas esperanzas.