Quizás había sido estúpida. Había añadido una presión más a
su patética existencia.
El primero día del encierro —porque así era como se sentía—fue mero papeleo. Dormida a las 6 de la mañana en el auto rumbo a lo desconocido.
Siempre supo que terminaría encerrada en un psiquiátrico. Siempre. Solo había sido
cuestión de tiempo.
Hubo despedidas. Hubo lagrimas. Hubo promesas. Todo quedaría
en el olvido muy pronto. Pero lo hubo.
En el pequeño cuarto, en la cama verde, sin sabanas ni
almohada. Sin ropa limpia. Con esa horrible blusa café que apestaba a sudor, su
sudor con ese olor tan peculiar que ella tanto odiaba. Llorar era lo único que parecía
viable. Así que eso hizo. Lloro. Lloro hasta que los ojos se secaron y el solo
intentarlo era doloroso. Aun así siguió haciéndolo, no podía evitar creer que
merecía toda clase de dolor.
La asquerosa cena, con queso que hizo vomitar a la chica de
a lado. La asquerosa sensación de no tener siquiera papel para limpiarse el ano después
de defecar. Sucia, sudorosa, con el cabello seco con ese molesto olor a hongo
que desprendía y que todos fingían no detectar.
Tal vez hablar no había sido buena idea. Hubiera sido mejor
simplemente saltar al las vías. Hubiera sido mejor tener el valor de enterrar
la cuchilla. Desear la muerte. Desear no estar viva. No era eso lo que ella quería.
No. Ella quería no haber existido nunca.
Continuara...Quizás
SharonEliana
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