En un andén

Igual que cada mañana a las 6:30am lo observo ahí parado en el andén. Su rostro blanco y sus ojos azules atentos a que el primer tren del día abordara la estación. Ella de igual forma, su delicada silueta se estiraba para alcanzar a observar.

Cada mañana se veían una al otro, un ligero intercambio de miradas y cuando estas se cruzaban un ligero rubor teñía las mejillas de ambos para después fingir que se ignoraban.

Pasaron meses y la rutina se repetía día tras día tras día. Dentro del tren, ya fuera sentados o parados uno frente al otro, intercambiando silencio.

La chica de baja estatura, blanca y de un cabello rubio que caía sobre sus hombros con suaves rizados.

El alto, con una complexión grande y los ojos de un gris azulado que recordaba a las nubes que pronostican lluvia.

Se enamoraron a través de la vista… él veía una chica segura de sí, inteligente y bella a la vez, ella podía observar un fortaleza grandiosa y un cálido aire de protección. La pareja perfecta hubiera sido si alguno de los dos se hubiera atrevido a hablar.

Una mañana algo fuera de lo normal ocurrió. Ella llego acompañada de un chico alto, delgado y moreno. Manos enlazadas.  Él chico del andén hizo una mueca inconscientemente y ella lo observo.  Puedo notar que en su mano llevaba una pequeña pulsera que tenía como dije la mitad de un corazón.

Fue el final. Él llegaba un poco más tarde de lo normal para no verla con otro. Ella prefería llegar mucho más temprano por esa misma razón.  Las 6:30am se quedaron vacías sin ninguno de sus visitantes.

Quince años después el destino los hizo reencontrarse, en el mismo lugar, a la misma hora. Él con un matrimonio fallido a cuestas, ella exitosa pero en soledad. Cuando sus miradas se encontraron ambos se reconocieron y como impulso se sonrieron. Unos años de experiencia quizás les permita por primera vez decirse un hola.

Sharon Eliana