Todo.

Todo era igual y todo había cambiado. 

El día en que decidió al fin contar la verdad. Todo se iría a pique, pero ella aun no lo sabia. 

Llevaba esa estúpida blusa amarilla que tanto odiaba—la del estúpido león—, el cabello seco amarrado con una liga blanca que la hacia sentirse horrible. Toda la mañana en clases, la maldita hora de la comida, y después a la biblioteca a esperar la hora de la revelación. 

Le contó todo, bueno casi todo para ser precisos, le contó como soñaba con tener el valor de arrojarse a las vías del metro. Como cruzaba las calles sin precaución buscando la muerte. Le menciono aquella lejana ocasión en que decidió que las 12 de la noche era la hora ideal para un paseo en la peor colonia. Le contó todo, mientras gruesas lagrimas le inundaban la cara e inflamaban y enrojecían sus bonitos ojos. 

Entonces se le dijo que no podían dejarla ir, que tendrían que retenerla. Psiquiatras. 

Todo por desear la muerte. Todo por no saber ser feliz. 

¿Cómo están tan seguros que la vida es un regalo? 

 Tal vez la muerte es un premio que solo disfrutan los que tienen el valor de buscarla. 

 Continuara...tal vez 

 SharonEliana